miércoles, 30 de abril de 2008

La deriva del trasatlántico azulgrana



Pocas veces se ha visto un declive tan rápido en un equipo campeón, que parecía incluso llamado a marcar época en España y en Europa. Tras tocar el cielo en la final de París de 2006, parecía que el nuevo FC Barcelona de Joan Laporta y Frank Rijkaard había iniciado un reinado que podía durar. El reto de superar al ‘Dream Team’, el referente mítico del barcelonismo, parecía al alcance. Pero, en dos años, el sueño azulgrana se ha tornado en una pesadilla insoportable.

El Barça arrancó el curso 06/07 pletórico. En la campaña anterior, había afirmado su poderío sobre la Liga y la Champions, el eterno sueño de cualquier grande, a través de la seña de identidad de la casa: el amor por el balón. Los resultados llegan cuando se juega bien. El buen fútbol es camino, pero también meta. Los títulos (cinco en apenas tres años, de 2004 a 2006) avalaban el atractivo proyecto azulgrana.

Con el panorama nacional aparentemente despejado por la dimisión del Madrid galáctico, Europa era el gran reto azulgrana en la temporada. Los azulgrana ventilaron sin apuros la fase de grupos, pero, ante el primer obstáculo importante, tropezaron. El Liverpool, el equipo más copero de Europa, asaltó Barcelona en la ida de octavos. El partido parecía encarrilado con el temprano gol de Deco, pero las respuestas de Bellamy y Riise dejaron mudo al Camp Nou. Con todo, el Barça demostró su condición de campeón y defendió con orgullo su suerte en Anfield Road. Ganó 0-1, pero el valor doble de los goles en campo contrario clasificó a la ‘Benítez’s Army’. Era el 6 de marzo de 2007 y el Barça decía adiós a su objetivo más preciado.

El trébol nacional
Pero aún quedaban dos. Repetir en Champions es complicado. De hecho, nadie lo consigue desde 1990, por lo que en Can Barça se trató de relativizar el golpe y se reubicó el objetivo en las dos competiciones domésticas. El equipo ya había ganado la Supercopa (arrasando al Espanyol) y tampoco era cosa de despreciar un apetecible triplete doméstico.

La tercera Liga consecutiva parecía factible. El equipo se puso líder en la cuarta jornada y se mantuvo en la cima durante casi todo el torneo. Dos equipos le seguían el paso como podían, el poderoso Sevilla de Juande Ramos y el dubitativo Madrid de Capello.

En febrero apareció la primera grieta en el acorazado culé. Samuel Etoo incrementó la fama de la localidad de Vilafranca del Penedés con una monumental ‘rajada’ contra Rijkaard (al que llamó “mala persona”) y Ronaldinho, al que acusaba de no pensar en el “grupo”. Era martes y 13. El técnico recurrió a la terapia de la ‘autogestión’ del vestuario y, aunque el camerunés volvió a soltar la húmeda en mayo, todo quedó en nada. Fue apenas un preludio de lo que ha ocurrido esta temporada.


El 3 de marzo, mes ‘horribilis’ para el Barça, los de Rijkaard caían en el Pizjuán y cedían el liderato a los hispalenses. Lo recuperaron el día 10, gracias a un Messi espectacular que le hizo tres al Madrid. Pero, ese día, los blancos, a los que se esperaba como víctimas propiciatorias, despertaron. Y el Barça se durmió.

Pese a todo, aún aguantó siete jornadas más en el liderato, hasta la 33. Sin embargo, la visita a Getafe marcó el final de la temporada blaugrana. El Barça no sólo cayó por goleada en semifinales de Copa -otro título que se iba al garete- por un modesto sin complejos, sino que se dejó buena parte de la autoestima al sur de Madrid. En el siguiente partido, un absurdo gol de Sobis le quitaba el liderato y, en la penúltima jornada, y también en el minuto 89, Tamudo arrancaba otro empate del Camp Nou, que permitía al Madrid depender de sí mismo. Los blancos no fallaron y, tras un periodo de abundancia, el Barça cerraba su primer año sin títulos. El Madrid había pasado cuatro.

La 'reconquista'
Lógicamente, el Barça hizo autocrítica. Miró a su plantilla y vio un grupo válido, en plena madurez. Sus figuras (Ronaldinho, Xavi, Etoo, Messi, Iniesta, Valdés…) son nacidos en los 80, alguno incluso a finales. La edad, habitual motivo de erosión de los grandes equipos, no parecía problema. Tampoco una Champions (y dos Ligas) se antojaba suficiente para saciar el hambre de un grupo de futbolistas excepcionales. El ‘Dream Team’ había ganado más. Se detectaron puntos débiles y se acudió al mercado para subsanarlos. Llegaron Thierry Henry, Eric Abidal, Gabi Milito y Touré Yayá. Y La Masía aportó otra joya, Bojan Krkic. Un plantel impresionante con el que el Barça afrontó la ‘reconquista’.




También la crítica había hecho su análisis. Se había acusado al Barça de ‘galactización’, de incurrir en los peores vicios del Madrid de Florentino Pérez, como esas giras infernales que dinamitan las pretemporadas (pero sanean la caja), la prevalencia de los compromisos privados de algunos jugadores sobre el trabajo diario, la difusión de un mensaje más mesiánico que deportivo. Pero se impuso una idea: "Lo del año pasado fue un accidente. Es imposible que pase dos veces".

Sin embargo, la cosa pintó mal desde el principio. Por esos misterios que tiene el fútbol, el Madrid, tras la peor pretemporada de su historia, comenzó la Liga como un tiro. En la séptima jornada, el Barça escaló a la segunda plaza. El hecho de ver la matrícula al eterno rival siempre incomoda, pero quedaba un mundo por delante. “Y con esta plantilla…” Cuestión de tiempo, se decía.

Pero aquel toque de atención de Etoo no había caído en saco roto. Esta vez no era un crack, sino un integrante de la clase media, quien alzaba la voz. A finales de noviembre de 2007, José Edmílson denunciaba la existencia de “ovejas negras” en el vestuario. De nuevo, todas las miradas se dirigían a Ronaldinho, el hombre que un día no tan lejano puso en pie al Bernabéu, cuyo rendimiento había descendido a un ritmo alarmante. Rijkaard lo sentó en el siguiente partido, ante el Recreativo en el Camp Nou. “Fatiga”, alegaron.

Por fortuna, Europa volvía a sonreír al Barça. La primera fase fue un paseo: primeros de grupo, cero derrotas, doce goles a favor... El sorteo de las rondas eliminatorias invitaba al optimismo, y el Barça se libraba del Celtic en octavos y del Schalke 04 en cuartos sin apenas despeinarse. Casi sin sudar, el Barça estaba a sólo tres partidos de la ‘Tercera’.

Seis minutos líder



De todas formas, pesimistas hay en todas partes. Algunos decían que el Barça no había eliminado “a nadie” o recordaban el KO copero (de nuevo en semifinales) ante uno de los peores Valencias de la historia. Pero el mejor reflejo de la inconsistencia azulgrana en esta temporada lo encontramos en la Liga. En la jornada 21, el equipo estaba a nueve puntos del Madrid. Sin embargo, los blancos firmaron un febrero calamitoso y, el 1 de marzo (jornada 26), el Barça llegó a ser líder… durante seis minutos. Pero el ‘Kun’ Agüero sometió a los azulgrana en el Calderón y el Madrid salió airoso de Huelva. El Barça no aprovechó la ocasión y, tras hacer la goma unas cuantas jornadas, el pasado domingo, tras el triunfo del Madrid ante el Athletic, perdía toda opción matemática al título. Antes, más ‘expedientes X’ habrían sobrevolado el Camp Nou, como las misteriosas lesiones/no lesiones de Ronaldinho (tampoco hay que olvidar que Etoo y Messi sufrieron percances de importancia en distintos momentos de la temporada), la revelación de la existencia de “apartados” en la plantilla por parte de un directivo, las negociaciones (más o menos públicas) con el AC Milan para traspasar al ídolo caído o un nuevo calentón de Etoo ("O gano títulos o me voy"). Un revuelto difícil de digerir.

Pero quedaba la Champions, la copa que todo lo redime, la penitencia que borra todos los pecados. La Champions, cuyo brillo lo tapa todo. En semifinales, el Barça tenía por fin un rival de su altura, el Manchester United. Ambos, bicampeones de Europa, glamourosos y repletos de talento. Para muchos una final anticipada. Sólo un hándicap para los azulgrana, la vuelta se jugaría en Old Trafford. Pese al 0-0 el Barça viajó a Manchester convencido. Fue mejor que el United en la ida, así que, ¿por qué no en la vuelta? Respondió con grandeza, pero el gol de Paul Scholes fue un muro insuperable para un equipo mentalmente agotado. En el 'Teatro de los Sueños' se confirmaba la segunda temporada sin títulos y, para muchos, el final de un ciclo. Un ciclo que, contra el pronóstico de la mayoría, ha durado mucho menos de lo previsto.

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